Gente que encuentras por la mar

   En las largas travesías hay poco que hacer. Si no hay viento o es muy débil, no hay más remedio que izar las "Velas Volvo" más ruidosas pero muy seguras, para que la travesía no se haga eterna. El piloto automático (¡qué gran tripulante!) se encarga de mantener el rumbo, corrigiendo constantemente los pequeños desvíos que provocan las olas. La rueda del timón se mueve sola como si la llevase el fantasma de un hermano Pinzón. Mirar de vez en cuando para controlar los posibles mercantes que surgen del horizonte y a veces llevan rumbo de colisión. La navegación plácida hasta diría que algo tediosa... sino fuera porque se reciben "visitas"

  El ¿griilo? apareció de improviso a veinte millas de tierra. ¿Cómo llego? Vayan Uds. a saber. De repente apareció posado sobre la rueda del timón. Con las correcciones que hacía el piloto automático el timón se movía de un lado a otro y me imagino que el animalico pensaría que estaba en una especie de noria. No se asustaba ni estaba dispuesto a abandonar su "rueda de aterrizaje".

   A veces se volvía y nos mirábamos cara a cara. No bajaba la vista, como si quisiera decirme algo o demostrar su satisfacción por haber encontrado un sitio donde posarse a la sombra, cerca del plotter, al que también miraba de vez en cuando como para saber dónde se encontraba y si le quedaba mucho camino.
   De la misma forma que apareció desapareció. No se despidió, pero no se lo tengo en cuenta. La comunicación grillo-humano deja todavía algo que desear y es difícil hablar con ellos. Sólo intercambiamos miradas, pero aunque parezca que estoy un poco loco, (que lo estoy), nos transmitimos muchos y buenos sentimientos, De verdad.
   Sólo le puedo dedicar un postrer haiku. No se si lo leerá

Mitad del mar.

De repente en la rueda

me mira un grillo

   Todavía no me había recuperado de la partida de mi amigo el grillo, cuando al mirar a la bandera pirata veo posada una avispa, que también había hecho un largo viaje para encontrar al Unsui.

   Cuando estoy por las islas, a veces pongo una bandera pirata. Sé que no es muy correcto, y menos llevarla en la popa, donde se pone el pabellón del país de abanderamiento del barco. 

   Aunque debían ser gente feroz y sin muchos principios ni miramientos con otros barcos, no me acaban de caer mal esta gente. Robaban barcos cargados muchas veces de tesoros, (que a su vez habían sido robados a los indígenas por las naciones civilizadas y civilizadoras). Como es natural los barcos de transporte no veían muy bien esto de que unos desarrapados se llevasen el tesoro que transportaban y se organizaba la correspondiente ensalada de cañonazos y cuando se acercaban lo suficiente para abordar a su presa, de cuchilladas y disparos de mosquetón y pistolas de avantcarga.  No se daban cuartel por ninguna de las dos partes. 

   Eso de robar no es muy edificante, pero al menos esta gente se la jugaba. Ahora sigue habiendo piratas, más que antes, pero la gran diferencia es que roban mucho más y no al rey si no a modestas personas que despojan de sus ahorros- muy legalmente- desde despachos forrados de maderas nobles y con aire acondicionado. No son desarrapados, visten trajes muy caros. No les falta un ojo o un brazo, pero les falta mucha vergüenza. No se juegan la vida, roban finamente bajo diversas figuras y conceptos financieros. 

   Yo pongo la bandera pirata por si me encuentro con un megayate cuyo armador sea un financiero o el presidente de una caja para evitar que  me intente asaltar y venderme unas acciones preferentes. Parece que funciona.

   La avispa estuvo un buen rato recorriendo la bandera pirata de la calavera y dos sables cruzados, como si intentara reconocerla.¿Sería la reencarnación de algún bucanero que estaba purgando su karma en el mundo de los insectos? Puede.

   Eso sí se comportó muy correctamente,. Nada de incordiar dando vueltas alrededor de la gente. Debía además estar muy cansada. Me dejó acercar la cámara lo más cerca posible para hacerle la foto. Sabía que no tenía nada que temer de mi. Sólo quería una foto suya para el libro de visitas del Unsui. Ella lo comprendió.

   Cuando lo consideró oportuno abandonó la bandera y el barco y se fue de nuevo a recorrer los espacios azules, muy lejos de su colmena y sus compañeras. 

   En fin, en todos sitios hay gente proscrita que abandona la seguridad del grupo y se lanza a la aventura sin más destino que eso que llamamos libertad. ¡Que cosas!