Nadie en la cala

   Me gustan estos largos días de junio. No soplan los leveches del verano y los levantes son más flojos. Hay muchas calmas y el agua del mar esta cristalina. Disfruto paseando por la costa que todavía no ha sido invadida por los veraneantes. Bañarme en esas calas solitarias, aún sin alborotos, como lo hacia desde que era niño recordando aquellos tiempos en los que no había casas hasta el mar ni coches por los caminos de los carabineros. En estos días, arrullado por el murmullo de las pequeñas olas que se atreven a venir a la playa, parece que el tiempo no haya pasado. Pero cuando trepo el acantilado, al llegar arriba esa ilusión se desvanece ... Una muralla de adosados rompe el encanto. Tal vez las cosas tengan que ser así...

Nadie en la cala.

El ruido de las olas

por compañía

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